Para terminar el año vamos a contar una historia curiosa referida a la ciudad.
El primer ilustre de Valladolid en ser enterrado fuera del cementerio fue el propio fundador de la villa, el Conde Ansúrez, quien falleció en 1811.
Su cuerpo fue enterrado bajo el coro de la colegiata de Santa María la Mayor, que en ese momento estaba situado en lo alto de la colegiata. Un dato que recoge Antolínez de Burgos, al señalar que fue el propio Conde Ansúrez quien escogió este lugar para su reposo, hasta que en 1556 desde el ayuntamiento ordenaron abrir el sepulcro para reparar el arco y alli encontraron sus restos junto con su espada y sus espuelas.
Esto fue así hasta que en 1674, cuando inauguraron la catedral en la ciudad, los restos se colocaron en el lugar que hoy se encuentran, que es a un lado del altar de la nave del Evangelio. El mausoleo se compone de un cuadro del arcángel San Miguel venciendo a Satanás y debajo, se muestra una imagen del Conde Ansúrez en madera.
Además, en 1965 se exhumó el cuerpo del conde para estudiar su fisionomía y los resultados concluyeron que se trataba de un hombre de constitución fuerte y que se había dedicado a la guerra, pues tenía numerosas marcas de caídas de caballos y como dato a destacar, que aún conservaba toda la dentadura, para ser un hombre que vivió en el siglo XII.
Existen varias hipótesis sobre el origen del nombre de Valladolid, pero entre las más aceptadas es la que vincula el nombre de la ciudad del Pisuerga de una derivación árabe Balad al-Walid («Puebla de Walid», «ciudad de Wallid», en referencia al califa omeya Walid I), o de Vallis Tolitum, un término latino-celta que significa ‘valle de aguas’.
Otros apuntan a que procede de ‘Vallis Olivetvm’, lo que significaría «valle de los olivos» y por otro lado se cree, que analizando el gentilicio vallisoletanos, podría derivar de ‘valle del sol’.
Si en esta explicación es cierto que no hay acuerdo, todavía es más complicado saber cuál es el origen del término «Pucela» y su gentilicio, «pucelano».
La ciudad carece de existencia en la prehistoria y tampoco estuvo habitada por romanos, vacceos, visigodos…etc. sino que, su comienzo se debe a los tiempos del conde Pedro Ansúrez. Con esto se elimina toda posibilidad de asociarlo a seres mitológicos, santos o patronos/as.
El primer historiador de Valladolid, Juan Antolínez de Burgos, explicó que cuando el papa San Clemente I, envió a san Dionisio a predicar en Hispania, distribuyó a sus discípulos por toda la península y cuando puedo convertir a algunos páganos en discípulos suyos, algunos fueron enviados ala ciudad de Pincia, de origen vacceo y que algunos autores identificaron como Valladolid. Sin embargo, no hay pruebas concluyentes para resolver si es cierto o es leyenda.
Por otro lado, el arqueólogo Miguel Ángel Martín Montes, cuya dedicación profesional a Valladolid ha sido amplia, señala que la primera vez que se leyó escrita la denominación de antigua villa del Esgueva fue en 1088 (en tiempos del conde Ansúrez) como «Valaolit».
Respecto al origen de Pucela, parece ser que se trata de un nombre más reciente, de origen popular a través de la expresión oral y que carece de documentación. Tampoco está clara su etimología. Se cree que pudiera venir de «puellicella» (jovencita) o «pullicella» (pulguita). Por otro lado, en el diccionario de Corominas, el término «poncella» se refería a Juana De Arco y las damas francesas y el término Pucela pudo incorporarse al castellano como un galicismo.
En un documento histórico publicado en el siglo XV, «la Crónica de don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, Maestre de Santiago», se recogía la correspondencia del monarca castellano con dos embajadas francesas para solicitar ayuda para enfrentarse a los ingleses en la Guerra de los Cien Años. En una carta de 1429 los partidarios franceses de Juana de Arco solicitaban a Álvaro de Luna que intercediese ante el Rey de Castilla par que los castellanos ayudasen a los franceses frente a los ingleses. El documento causó un gran revuelo y se convirtió en una reliquia, escrita por la «Pucelle» de su puño y letra. Con esta misiva se animó a la población para ayudar a Juana de Arco, naciendo así los partidarios de «La Doncella». Lus Calabia, cronista de Valladolid, concluye que «la Pucela» fue la propia caudilla francesa, y «los de Pucela» los que la siguieron.
Por su parte, el catedrático de Historia Contemporánea César Almuiña concluye que «Pucela» y «los pucelanos» son una «invención del siglo XX», mientras que el músico Joaquín Díaz señala que la comercialización de cementos llamados «La Pucelana» por parte de la empresa Eloy Silió, favoreció la expansión del término «Pucela».
*FUENTES:
Burrieza Sánchez, Javier (2019) ‘Guía misteriosa de Valladolid’, Edición revisada y ampliada. Gráficas Maxtor.
Para este mes de febrero hemos recuperado la historia de una de las calles más antiguas de Valladolid: la calle de Esgueva.
A través de esta vía debió de comenzar el ensanche de la villa tras la primera muralla. Era una prolongación de una de las principales que formaban el recinto murado, de la calle Fernando V, donde había una puerta.
Está demostrado que desde ahí se extendió la villa, ya que en ese punto, donde se encontraba entonces la salida,el CondePedro Ansúrez hizo su palacio y mandó construir las iglesias de Santa María la Mayor y la Antigua.
El nombre de esta vía se debe a que desembocaba en un puente que cruzaba el ramal Norte del río Esgueva y alcanzar hasta la actual calle de Don Juan Mambrilla.
La calle adquirió importancia ya que albergaba el palacio de tan ilustre personaje vallisoletano y fue de gran interés hasta el siglo XIII, momento en que el edificio fue convertido en el Hospital Esgueva al pasar a pertenecer a la corona real de la villa.
Otro aspecto a destacar de su historia es que durante los primeros siglos se llamó «cal de Francos», ya que se encuentra recogido en un documento del Archivo de la Catedral del 1 de agosto de 1279. Ya en 1535, año en que todavía se llamaba cal de Francos, figura en unos apuntes con el nombre oficial de calle de Esgueva.
*FUENTES: ‘Las calles de Valladolid:nomenclátor histórico’ . Juan Agapito y Revilla. Editorial Maxtor.